Por César Zelada
Es obvio que el fracaso del modelo neoliberal ha conllevado, desde hace más de 10 años, ha movimientos insurreccionales inspiradores que algunos teóricos marxistas como Alan Woods caracterizan como un proceso revolucionario continental. Durante todo este tiempo hemos observado estupefactos como gobiernos apoyados por Washington en Ecuador, Bolivia o Argentina, han caído como castillo de naipes uno tras otro. Desde México hasta Chile, el carácter de la situación latinoamericana es el despertar de las masas a la vida política generando mayor inestabilidad y giros bruscos en la economía, la política y la diplomacia. Pero también es verdad, que este proceso revolucionario ha demostrado debilidades como el derrocamiento de Zelaya en Honduras, las últimas elecciones en Bolivia y Venezuela, y la conspiración golpista contra Correa.
Un proceso revolucionario nacionalista, como fase previa al socialismo (a decir de Mariátegui), que tiene lugares comunes en cuanto al programa reformista de izquierda y la creación de nuevos partidos de masas (MAS, PSUV, PAIS, Frente Amplio, Partido Nacionalista Peruano), pero que a la misma vez tiene sus propias particularidades como el liderazgo cocalero e indígena de Evo Morales en Bolivia con una gran mística de por medio que rememora los tiempos de Túpac Katari y lo posiciona en el subconsciente colectivo del pueblo indígena y campesino.
Así las cosas, la revolución democrática y cultural del Movimiento Al Socialismo (MAS), a través de la “nacionalización” del gas (renegociación de contratos), telefonía, etc. ha logrado mayores ingresos nacionales que han permitido una mejor distribución de la riqueza (bonos sociales, ligero aumento de salarios, etc.). Pero el desafío al que se enfrenta Evo es que al no controlar la economía (las transnacionales siguen gerenciando la producción, comercio y distribución), y mantener un Estado neoliberal degenerado (el mismo que a excluido a dirigentes históricos del MAS como Román Loayza, Lino Vilca, etc. mientras que personalidades rechazadas por las bases masistas como Sacha Llorenti acumulan poder), las necesidades del pueblo se encuentran insatisfechas.
Esta cuestión ha producido, por un lado, el desgaste del gobierno con la pérdida de la votación en las ciudades que ahora se inclinan por Juan del Granado y su Movimiento Sin Miedo, que ganó la alcaldía de La Paz, así como por Lino Vilca del Movimiento Por la Soberanía (MPS), que ganó 10 provincias paceñas. Hay que destacar que el MAS pasó de 3 millones en el 2009 a menos de 2 millones en el 2010. Y por otro, en las ingentes protestas sociales como la de los pueblos originarios (CIDOB, Yapacani, etc.), la rebelión fabril de abril o la última huelga de Potosí de 12 días demandando que Evo cumpla con su promesa de industrializar.
En Ecuador, tenemos un movimiento indígena-ciudadano impresionante que derrocó varios presidentes. Y en la lucha contra Lucio Gutiérrez, no solo participó el movimiento indígena a través de Pachakuti y la CONAIE, sino el movimiento urbano de los Forajidos. Producto de la caída de Lucio, apareció Rafael Correa llenando el vació político dejado por la vanguardia. Correa fundó el movimiento PAIS y ganó las elecciones con un programa de izquierda que planteaba fuera las bases yanquis de Manta, Asamblea Constituyente, No al TLC, etc. Han pasado 3 años de gestión de Correa y en setiembre hubo un intento de golpe de Estado que terminó con un bombazo en la cara del presidente, varios muertos y heridos.
Sobre el golpe de Estado contra Correa, ha comenzado un debate en nuestra América (producto además del exitoso golpe imperial en Honduras). La verdad es que Cuba socialista demuestra que cuando existe una revolución integral socialista, se nacionaliza y planifica la economía, transformando el Estado desde abajo hacia arriba, no hay conspiraciones que puedan tener éxito. No obstante, Correa, sigue administrando un Estado neoliberal, y tiene una política zigzagueante, que lo aisló de los movimientos sociales que le apoyaron y que generó las condiciones materiales para que los agentes del Imperio del Norte, puedan derrocarlo.
El caso de Brasil es bien suigeneris por su carácter sub imperial. Lula acaba su gestión con los índices de popularidad más grandes de toda la historia (80%). Esto se debe a sus planes sociales como a la mística y el carácter de masas del Partido de los Trabajadores (PT). El PT tiene bajo su dirección al Movimiento Sin Tierra (MST), al movimiento obrero y estudiantil, así como a decenas de gremios sociales. Dilma Rouseff ganó las elecciones por este motivo y por el programa de izquierda.
Pero, en Brasil, además, tenemos el carácter de clase dirigente de la burguesía brasileña que intervino en la crisis de Honduras con su propia política. Y aunque Lula no se adhirió al ALBA, pues, mantiene relaciones políticas con Hugo Chávez y Fidel Castro.
No obstante, Lula, no ha podido resolver los problemas básicos como la cuestión de la reforma agraria, la pobreza o la inseguridad ciudadana. Por estas razones, varios grupos radicales (“trotskistas” en su mayoría), rompieron con el PT para impulsar otro partido llamado Partido por el Socialismo y la Libertad (PSOL), que no ha podido influir en la política nacional.
En Argentina, la reciente muerte de Néstor Kirchner, destapó las contradicciones dentro del peronismo. Por un lado, se comprueba que después de Perón, Kirchner, muere con una alta aprobación popular que bordea el 35% con el respaldo de una movilización de masas que fueron a su funeral. Esto debido a sus políticas progresistas como nacionalizar aerolíneas argentinas, regular la prensa (Clarín), ley a favor del aborto y la homosexualidad, etc. Pero el peronismo también aplicó políticas contrarias a los trabajadores como mantener las privatizaciones de Menen, su oposición a los derechos sindicales de la CTA, el pago de la Deuda Externa, etc. generando el rechazo de la izquierda radical (en su mayoría trotskistas, guevaristas y maoístas).
Esta cuestión podemos caracterizarla como populista. Según el sociólogo Michael Lowy, el populismo se caracteriza por tener una dirección burguesa con incidencia en las masas a través de posiciones antiimperialistas y de concesiones sociales. Además, es permeable a las presiones de las clases en contienda (Leer: Transformación del populismo en América Latina, 1989). Así las cosas, ha Cristina Kirchner le será difícil poner orden dentro del peronismo ya que no tiene la autoridad política de su difunto esposo.
Honduras demuestra claramente como los golpes militares son un factor dinámico inherente a la lucha de clases vigente en pleno siglo XXI. Expresa además el carácter ultrareaccionario del sistema capitalista y sus defensores. Entonces, el golpe de Micheletti fue la respuesta al intento de Zelaya de querer independizarse moderadamente del stablishment. Washington envió una señal de fuerza a aquellos que osen desafiar su poder a través de una Consulta Popular para la Asamblea Constituyente y querer alinearse con el ALBA de Chávez.
El pueblo hondureño respondió con una impresionante resistencia de masas. Se creó el Frente Nacional contra el Golpe de Estado. Estuvo integrado por todas las fuerzas vivas de Honduras. Campesinos, estudiantes, obreros, profesionales, intelectuales, partidos de izquierda, etc. bajo la dirección del Zelayismo. En el enfrentamiento contra la dictadura de Micheletti se produjeron varios muertos y decenas de heridos. Hay que reconocer que Zelaya tuvo coraje para enfrentar a los golpistas. Pero su línea política de acción no pudo derrotar a Micheletti.
Justo cuando la OEA, Nicaragua y Venezuela habían cortado toda clase de relación diplomática y comercial, y Micheletti estaba aislado internacionalmente, con un pueblo decidido de ir hasta el final, Zelaya, confió más en la estrategia negociadora por arriba (acuerdos de San José y Tegucigalpa), que en la fuerza organizada y sacrificada (muertos) del pueblo para luchar a través de la estrategia de la Huelga general.
Toda esta situación se ha dinamizado contradictoriamente llevándonos a una situación donde el actual presidente Lobo no es más que la continuidad de Micheletti a través de otros medios de reacción democrática. El Golpe de Estado tenía como objetivo “normalizar” la situación de rebelión popular que creó el giro a la izquierda de Zelaya. Pero el Golpe está logrando todo lo contrario. Ha despertado al león dormido del pueblo hondureño. La tradición, cultura, organización y combatividad, están siendo puestas a prueba. El Golpe no ha derrotado al pueblo. La Resistencia recién ha comenzado elevando el nivel de conciencia política a niveles impensables hace 10 años atrás. Lo que pase en el resto de países de nuestro continente tendrá un efecto en la situación hondureña. Especialmente lo que suceda en Nicaragua o El Salvador.
Finalmente, tenemos ha Venezuela. No cabe duda que la revolución bolivariana ha sido el motor del proceso revolucionario continental. La intervención de Hugo Chávez en política (después del fracasado golpe de Estado contra Carlos Andrés Pérez en 1992), canalizó la rabia acumulada del pueblo venezolano que fue salvajemente reprimido durante el Caracazo, que luego se expresó en una victoria electoral histórica con el 56.5 % de los votos en 1998.
En una nota titulada “Perspectivas mundiales 2010”, señalamos que, “…Han pasado más de 10 años desde que Hugo Chávez llegó al poder. La política de nacionalizaciones y los elevados precios del petróleo permitieron grandes avances en aspectos sociales como la alfabetización, salud, educación, etc.
Pero el Estado de la V República no ha roto con el capitalismo. Por tanto, todo avance de nacionalización es inmediatamente boicoteado por la burocracia, agente de la burguesía…”.
Viejos amigos de Chávez como Diosdado Cabello lucraron con la revolución. Esta nueva boliburguesìa es un freno para la revolución. La burguesía y la clase obrera tienen intereses irreconciliables. Mientras que los primeros quieren seguir amasando fortuna con la explotación de los segundos, (salarios injustos, sin derechos laborales, etc.), estos últimos quieren romper con las cadenas de opresión de los capitalistas nacionales e internacionales.
Este impase se ha expresado en las lides electorales. En las elecciones presidenciales del 3 de diciembre de 2006 Chávez fue reelegido con una amplia mayoría (de más de 3 millones de votos) como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela obteniendo 7.309.080 (62.84%) , frente a 4.292.466 (36.90%) obtenidos por el candidato de la oposición Manuel Rosales (refugiado en Perú).
Para las elecciones municipales del 23 de noviembre del 2008, Chávez ganó el 80% de los municipios del país (más de 265 alcaldías) mejorando su resultado del 2004. De igual forma, Chávez, conquistó la victoria en el referéndum del 15 de febrero de 2009, con 6.319.636 votos (54,86%), mientras el NO obtuvo 5.198.006 votos (45,13%).
Entonces, si comparamos detenidamente las elecciones del 2006 con las del 2009, podremos observar que la votación por Chávez bajo en casi 10%.
Pero la alerta para la revolución vino en las elecciones legislativas del 6 de setiembre. Si bien es verdad, la revolución bolivariana todavía tiene condiciones favorables, pues, la diferencia entre oficialismo y oposición se recortó a 100 mil votos, obteniendo Chávez 5 400 000, mientras que la oposición del Movimiento de la Unidad Democrática (MUD), obtuvo 5 300 000 votos.
El propio intelectual y artífice del Socialismo del Siglo XXI, Heinz Dieterich, manifiesta alarmado, “…oposición y gobierno obtuvieron más o menos la misma cantidad de votos populares en el 26 S. Y esa misma tendencia, si se potencia con un candidato creíble para los electores independientes o flotantes y con una crisis económica, llevará a una probable derrota del Presidente en 2012. El Presidente solo tendrá seguridad de ganar, si hace un cambio radical y pronto en su modelo de gobierno… El error principal es la economía. Las contradicciones estructurales del modelo lo harán estallar antes del 2012. Un ejemplo es el dólar. Se hizo una gran reforma monetaria que no resolvió ningún aspecto del problema, salvo darle alguna liquidez adicional al gobierno. Ahora, el dólar en el mercado negro está otra vez al doble del dólar oficial. ¿Para qué sirvió la reforma?...”.
El hecho que un intelectual moderado como Dieterich de estas declaraciones expresan claramente la crisis de desgaste en que se encuentra la revolución bolivariana. Ahora, la derecha, financiada por la Casa Blanca (los wikileaks son una clara prueba de la política aislacionista que están aplicando los yanquis), utilizará sus 65 parlamentarios para boicotear todas las leyes revolucionarias, así como para movilizar a las clases medias y trabajadores desencantados. Pero, ¿Por qué pasa esto?
Porque esta crisis de desgaste expresa que la contradicción fundamental entre capitalismo o revolución socialista todavía no ha sido resuelta. Y es que capitalismo y socialismo no pueden convivir en armonía.
Mientras que el capitalismo significa la anarquía, burocracia y sobreproducción, el socialismo, implica, planificación e intervención consciente de los trabajadores pobres en la vida política de la “nación en marcha”. El capitalismo es al socialismo como el agua es al aceite. En verdad, la situación bolivariana es preocupante. Al final, si la revolución bolivariana no se radicaliza y nacionaliza la banca y el comercio (tomar el poder económico), creando un nuevo Estado revolucionario, partiendo de los Consejos Comunales y las Centrales sindicales; el capitalismo se impondrá.
Este preocupante impase ha generado opiniones como la del destacado intelectual Eric Toussaint, cuando señala, “…Cuando una coalición electoral o un partido de izquierda llegan al gobierno no tiene el poder, porque el poder económico está en manos de la clase capitalista…”. Y luego continúa, “…En Ecuador, como en Bolivia o Venezuela, si el gobierno quiere realmente cambiar estructuras, debe, inexorablemente, entrar en conflicto con el poder económico para poder poner fin al control de la clase capitalista sobre los medios de producción, de servicios, de comunicación y sobre el Estado…”. (Leer: Los movimientos de izquierda pueden llegar al gobierno, sin embargo, no consiguen el poder)…”.
Una situación similar vivimos cuando la revolución sandinista y su política de “economía mixta”, produciendo el desgaste de la revolución (problemas sociales insatisfechos, desmoralización en los trabajadores, etc.), para luego desembocar en la victoria electoral de la derechista Violeta Barrios de Chamorro en 1990.
Pero la revolución latinoamericana no tiene porque acabar como la sandinista. A diferencia de ésta, la revolución latinoamericana, cuenta con varios factores a su favor. Tiene un liderazgo como Chávez que ha escrito en su última Línea del 28 de noviembre, citando a José Martí, que, “A la raíz va el hombre verdadero. Radical no es más que eso: el que va a las raíces. No se llame radical quien no vea las cosas en su fondo. Ni hombre, quien no ayude a la seguridad y dicha de los demás hombres”, manifestando la intención de radicalizar el proceso.
Además, tiene de su lado un contexto internacional donde el Imperialismo se encuentra empantanado en Medio Oriente, y generándose otra escaramuza con Korea del Norte, para frenar el expansionismo Chino.
La revolución latinoamericana tiene también a su favor la histórica crisis económica mundial. Hasta los intelectuales y políticos de derecha, han tenido que apoyar la “nacionalización” de los bancos de Obama. Todo eso se cayó y ahora la crisis económica se torna en crisis política con la derrota de Obama en las últimas elecciones de medio tiempo. Tenemos también de nuestro lado, la correlación de fuerzas en la revolución nepalesa, así como en ingentes protestas sociales contra los planes de ajuste en Francia, Irlanda, España, Italia, Japón, Australia, etc.
Y fundamentalmente, de una nueva camada de jóvenes y trabajadores combativos y antiimperialistas, que partiendo de la lucha por sus derechos ciudadanos, están comprendiendo, en cuestión de horas, la necesidad de luchar por una transformación radical de la sociedad. Es esta nueva generación, que vinculada a los más experimentados cuadros de izquierda, derrotaron el golpe de Estado contra Chávez en abril del 2002, la conspiración contra Evo el 2005, o recientemente, la conspiración golpista contra Correa.
Hay que tener claro que los acontecimientos en Uruguay, Paraguay, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, México o Nicaragua no están separados de Venezuela. Todo el proceso revolucionario latinoamericano está orgánicamente interrelacionado por toda una seria de vínculos culturales, políticos, sociales y económicos.
No obstante, como señalamos claramente en este documento, todos estos avances tienen un límite. Este es el mensaje que envían los intelectuales que citamos así como James Petras, entre otros.
Si la revolución bolivariana no da el gran salto cualitativo y nacionaliza las empresas estratégicas, y crea un Estado revolucionario, pues, nuestra perspectiva será repetir la triste historia de la revolución sandinista de los 80s o el socialismo chileno de Allende.
Como decimos anteriormente, el capitalismo es al socialismo como el agua es al fuego. Al final, si el Socialismo no se impone, se impondrá el capitalismo.
Esta es la encrucijada a la que se enfrentar la revolución latinoamericana.
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